Se podría decir que la monopolización del sistema financiero en España viene de muy lejos, prácticamente de principios de siglo XX, en el que los temores a una excesiva concentración monopolista ya eran de dominio público. Según Pedro Tedde de Lorca, en la Guía de Archivos Históricos de la Banca en España, de 220 entidades financieras existentes en el año 1936, y tras diversas convulsiones lógicas, con dos bancos centrales, uno por bando, en la guerra, se ha pasado a 21 entidades, 19 bancos y dos cajas de ahorros en 2019.
Tras la guerra y posterior reconstrucción financiera, existían en 1947 unas 148 entidades financieras en España, fuertemente intervenidas por el Estado pero que, sin embargo, dieron lugar a 55 fusiones bancarias entre 1950 y 1962, año en que el régimen decretó una apertura económica que dinamizó el sector y lo internacionalizó.
Entre 1962 y 1975, las cajas de ahorros sin ánimo de lucro, creadas en el siglo XIX para llevar el crédito hacia las capas de población que, por su bajo nivel económico, no podían acceder al crédito privado, materializaron un incremento muy significativo en el porcentaje de depósitos total del país, llegando a competir de tú a tú con la banca privada. En esa época ya podemos ver el gran porcentaje de activos de los grandes bancos que luego se irían fusionando: Banco Español de Crédito, Banco Hispanoamericano, Banco Bilbao, Banco Vizcaya, Banco Santander, Banco Popular, etc., y que iría en aumento con la creación del fondo de garantía de depósitos, creado para aumentar la confianza de la población en dichos bancos.
Ya en los 90, el Santander se quedaría con el Hispanoamericano, dando a lugar al Banco Santander Hispano; el Bilbao y el Vizcaya se fusionaron dando lugar al BBV, en lo que fue la antesala del gran atraco que supone la actual concentración financiera en España.
Estos apuntes son solo un apéndice de lo que vino a partir de los gobiernos de PSOE y PP, alternándose en el poder para convertirse en los principales mercenarios de la gran banca entre 1982 y 2021. Han sido ellos los encargados de otorgar carta de ley a los verdaderos atentados contra la economía y la libertad que ha perpetrado la gran banca española y, por supuesto, la extranjera, parapetada tras las cortinas de los consejos de administración y los paquetes accionariales de titularidad pública y privada.
El inmenso poder de decisión que la banca ejerce a través de sus participaciones accionariales en todos los sectores estratégicos de nuestra economía, a través de sus inversiones publicitarias y patrocinios, sin olvidar la casi nula competencia que esta concentración conlleva para los consumidores de a pie -la inmensa mayoría-, hace del megalodón financiero español un enemigo terrible para el 90% de la población; desde el trabajador mileurista a la pyme exitosa, de los estudiantes a los pensionistas.
Por último, nadie sería capaz, después de ver lo que se ha hecho con las cajas de ahorros, el Banco Popular, el rescate bancario, la Sareb…. de negar que el Congreso de los Diputados es un apéndice de la banca que ha regulado en su beneficio cuando ha sido necesario, saltándose a la torera las leyes “de mercado” que tanto defienden los liberales, cuando las tornas les han venido mal dadas.
Hoy está en trámite la absorción de Bankia por Caixabank, antigua Caixa d’Estalvis, pública y privatizada por orden de tío Sam. También se barrunta la posible adquisición de Banc Sabadell, otra privatización ordenada desde el exterior, por parte de BBVA. Y así, creo, podríamos seguir hasta que no queden fusiones posibles. Como en el Monopoly.
La conclusión a la que llego, antes de mostrar todos los datos de los que disponemos, es que no solo estamos ante un atropello a los consumidores, una manipulación de los políticos o una tendencia de bancarización económica inevitable por los rigores del falso mercado libre, sino a un plan y un objetivo estratégico implacable, que requiere de un análisis profundo por parte de la sociedad en su conjunto, y un plan y estrategia solidarios para detenerlo antes de que sea demasiado tarde.