Los votantes del Rassemblement National suelen estar menos dotados de capital cultural y a menudo mantienen una relación amarga y distante con el sistema educativo. Esta socialización les hace hostiles a las «élites» cultas, a las que consideran demasiado dispuestas a «dar lecciones». Aunque apoyan el principio de la escuela pública, consideran que la inmigración es en gran parte responsable del deterioro de la educación, sobre todo las mujeres. Según Félicien Faury, sociólogo y politólogo del CESPID, autor de Des électeurs ordinaires. Enquête sur la normalisation de l’extrême-droite (Seuil, 2024), la percepción de la escuela es uno de los mayores determinantes del voto.
El bajo nivel de estudios es uno de los factores que más predice el voto al Reagrupamiento Nacional (RN), antes Frente Nacional (FN). Detrás de esta observación estadística, lo que constatan los investigadores de campo es que las trayectorias escolares suelen ser problemáticas, relativamente cortas y difíciles. Así pues, una cierta relación con la escuela, distante o incluso recelosa, parece ser uno de los factores comunes de una parte importante del electorado lepenista.
No se trata de sugerir que habría una relación directa y necesaria entre una «falta de cultura» y las inclinaciones xenófobas que alimentan el voto RN. Después de todo, siempre ha habido maneras bien cultivadas de ser de extrema derecha, y la ideología racista siempre ha reposado en construcciones intelectuales y doctas.
Se trata más bien de que un bajo nivel de estudios tiene importantes consecuencias socioprofesionales, por la fragilidad que genera en el mercado laboral. En una sociedad en la que la posesión de un capital educativo se ha vuelto tan importante, no tenerlo produce incertidumbre y un pesimismo que estructura las preferencias electorales por el RN.
Esta situación también genera una relación específica con el sistema escolar, incluso para los votantes que han alcanzado cierto grado de estabilidad social. En esta relación con la escolarización y sus consecuencias sociales y políticas me gustaría centrarme hoy.
Entre 2016 y 2022, en el marco de un estudio de campo en el sureste de Francia, me reuní con votantes de clases populares y clases medias-bajas que votaban o habían votado al RN. Durante las entrevistas, el tema de la escuela aparecía con regularidad, a menudo de forma negativa. Al hablar de sus trayectorias escolares, muchos me dijeron que «no les gustaba» la escuela, o que «no estaban hechos para la educación», revelandoel desajuste entre su propia socialización y las expectativas del sistema educativo.
Para estos votantes, muchos de los cuales eran padres en el momento de la encuesta, la cuestión escolar aparece de varias maneras. En primer lugar, como preocupación por sus hijos ante el deterioro de la escuela pública, lo que puede llevar a algunas familias a recurrir a la privada. En segundo lugar, como fuente de antagonismo hacia otros grupos sociales, en particular los que tienen más capital cultural, antagonismo que suele ir acompañado de un recelo hacia la izquierda.
DETERIORO DE LA ESCUELA PÚBLICA, RECURSO AL SECTOR PRIVADO
La primera consecuencia de tener menos control sobre el mundo de la educación es sentirse impotente ante lo que se considera un deterioro del sistema educativo estatal. En mi ámbito, como en otras partes, las escuelas públicas tienen mala reputación. La convicción de que «la pública» se ha «deteriorado» parece estar muy extendida, sobre todo en algunos de los barrios empobrecidos donde suelen vivir las personas a las que he entrevistado. Esta situación se ve agravada por el hecho de que los padres de clase media y trabajadora comprenden perfectamente la importancia de la cualificación escolar de sus hijos. Pero, a diferencia de los grupos con más recursos culturales, les resulta más difícil poner en marcha estrategias para compensar el nivel considerado insatisfactorio de algunas escuelas públicas (hacer los deberes, incluso cambiar de centro público si no les conviene, etc.).
En algunos casos, un bajo nivel de capital cultural puede compensarse en parte con un (pequeño) capital económico, sobre todo a través de la escolarización privada. Muchas de las personas que conocí me dijeron que habían optado por enviar a sus hijos a escuelas privadas, a veces con un gran coste económico. En las zonas que visité, no es ningún secreto que la inscripción en las escuelas privadas debe solicitarse con mucha antelación, ya que las listas de espera son cada vez más largas. En contraste con las escuelas estatales, las privadas tienen fama de ser de un nivel superior, con una mayor selección de alumnos y una mayor «disciplina» y «supervisión» de niños y adolescentes. Los colegios privados son, por tanto, el precio que los padres tienen que pagar para, como me han dicho a menudo, tener «tranquilidad» sobre la educación y la «compañía» de sus hijos.
Hay que señalar que esta decisión nunca se toma alegremente. Como dijo una electora que había enviado a sus hijos a colegios privados, «es lamentable que se haya llegado a esto». Esta elección de la escuela privada se considera básicamente anormal, y se responsabiliza en gran medida de ello a las élites dirigentes. Recurrir al sector privado no es, pues, un rechazo al Estado, sino un síntoma de decepción con lo que las instituciones públicas deberían ofrecer a los ciudadanos.
INQUIETUDES EDUCATIVAS Y VOTO RN FEMENINO
Así pues, la oferta educativa local se percibe como parte de un sistema competitivo, en el que circulan clasificaciones informales de los centros en función de su reputación. En los discursos de las personas entrevistadas, estas percepciones están a menudo profundamente racializadas. La proporción de personas identificadas como inmigrantes que asisten a las escuelas actúa como una especie de señal del nivel académico general de la escuela, guiando las estrategias de los padres para la elección de la escuela. En algunos barrios, la degradación social de las escuelas públicas es tanto más visible por su percepción racial, y tanto más difícil de invertir cuanto que esta percepción refuerza, por circularidad, las prácticas de evitación de los hogares blancos.
Esta situación da lugar a un deseo de proteccionismo, no solo en términos de empleo sino también de acceso a los recursos comunes y a los servicios públicos. El problema ya no es el trabajador inmigrante, sino las familias inmigrantes, cuyos hijos van a ser educados en las escuelas locales. Por ello, los discursos políticos como el del RN, que abogan por la reducción de la inmigración y el fin de la reagrupación familiar, encuentran aquí ecos favorables.
En mi encuesta, estas preocupaciones educativas afectan más a las mujeres votantes que a los hombres. Sabemos que la educación de los hijos sigue siendo una prerrogativa predominantemente femenina, lo que podría ser una de las razones por las que las mujeres (y las madres en particular) votan al RN. El voto de extrema derecha ha sido durante mucho tiempo un voto predominantemente masculino, y las mujeres han votado tradicionalmente mucho menos a esta familia política. En Francia, sin embargo, esta brecha de género se ha reducido gradualmente en las últimas elecciones. Incluso ha desaparecido por completo para el RN (y ha aparecido en el voto al ultra Éric Zemmour).
Hay muchas razones por las que las mujeres se están acercando, desde un «efecto Marine Le Pen» (en comparación con el virilismo explícito de su padre) hasta causas más estructurales, como la creciente precarización de sectores laborales predominantemente femeninos (asistencia personal, el sector de los cuidados, etc.). Mi investigación también sugiere que debería prestarse más atención a la cuestión de la educación a la hora de explicar la adhesión gradual de las mujeres a la extrema derecha. En muchos aspectos, otro factor crucial en el voto femenino de RN reside en el estado de deterioro de las escuelas en Francia y las aprensiones que ello despierta en los padres.
LOS «SABELOTODOS QUE DAN LECCIONES»
La relación con la escuela también tiene consecuencias en la forma en que se percibe a otros grupos sociales y, tras ellos, a los partidos políticos. Como se ha sugerido anteriormente, para muchos votantes de RN es el trabajo, más que la escuela, lo que les ha permitido conseguir un empleo (relativamente) estable y una pequeña cantidad de riqueza (a menudo su propia casa, de la que son propietarios). Su capital económico es, por tanto, mayor que su capital cultural. Esta estructura del capital, generalizada en el electorado lepenista, se refleja en la promoción de estilos de vida más orientados al éxito económico que a los «recursos culturales distintivos».
En consecuencia, a la hora de describir a los grupos situados en la «cima» del espectro social, los votantes del RN son más proclives a valorar a las élites específicamente económicas. En mi investigación, si bien es cierto que pueden criticar la riqueza demasiado ostentosa (los que «quieren demostrar que tienen dinero») o excesiva (los que «se atiborran»), la figura del «buen jefe» o de la persona que ha «triunfado» económicamente suele figurar positivamente en el discurso.
Por el contrario, los grupos e individuos con mayor capital cultural, los «sabelotodos», y en particular las profesiones especializadas en el uso del conocimiento, la palabra y los símbolos (profesores, periodistas, artistas, etc.), suelen suscitar escepticismo y hostilidad. A menudo se asocia a estos últimos con una posición de moralistas privilegiados, «piquitos de oro» aficionados a «dar lecciones». Esta desconfianza se refleja en el rechazo a la izquierda, campo político a menudo asociado -no sin cierto realismo sociológico- a estas «élites del diploma».
En muchos sentidos, el desprecio de clase del que a veces se sienten víctimas los votantes del RN se hace eco de las formas de violencia simbólica, una de cuyas fuentes principales es la escuela. Es como si el distanciamiento del universo académico, de las cátedras, de la llamada cultura legítima y de los modos de vida asociados a ella fueran una reacción defensiva frente a la dominación escolar anteriormente experimentada.
Para muchas personas, la escuela sigue siendo sobre todo un lugar de clasificación, frustración y humillación. Así que tenemos que examinar lo que nuestras escuelas producen políticamente, las cosmovisiones y las preferencias electorales que engendran en los individuos a largo plazo.
Artículo tomado de Le Vent Se Lève y The Conversation France. Traducción, La Enzina.