El martes pasado hubo bronca (bostecemos) en el Congreso de los Diputados. Hemos podido ver en un video de esos que retransmiten los periódicos y que sólo recogen los momentos de bronca, a la vicepresidenta Carmen Calvo respondiendo a Espinosa de los Monteros, de Vox, acerca de si España es una nación:

Ustedes, el conservadurismo radical, el fascismo, el filofascismo, llevan en este país 200 años repartiendo carnets de nación ¿y sabe usted lo que ha constituido eso para la historia de este país? Los exilios continuos de los liberales, de los antifascistas, de los demócratas, de los republicanos… porque usted ha venido a decirnos lo de siempre, pero son 200 años diciéndolo, frente a un país diverso que sostiene las libertades de todos y los derechos de todos.

El discurso es más desacertado de lo que parece y revela una visión de la historia de España novedosa… y falsa. ¿Se debe a una profunda confusión mental por parte de la vicepresidenta? Me temo que no, que ella no hace más que reflejar una visión cada vez más extendida.

Por supuesto, la reacción en sus declinaciones variadas (absolutismo, carlismo, franquismo, etc.) ha producido los exilios -y masacres, si recordamos los 100 000 hijos de San Luis y su versión del siglo XX, el golpe de Estado del 36- de liberales primero y republicanos después. Pero ¿ha sido eso a base de «repartir carnets de nación»? ¿Se imagina alguien a los monjes verdugos del cuadro de Gisbert defendiendo a la nación? ¿a Fernando VII repartiendo carnets de nación? ¿Pensaría en la nación española cuando se alegraba por las ejecuciones de Riego o del Empecinado?

Extracto de la serie Los desastres de la guerra. Rtve, 1983. Ep. 5.

Lo cierto es que ellos, los liberales (nada que ver con los neoliberales de hoy), eran los defensores de la nación y Fernando VII el que la aborrecía. Aunque hoy nos parezca raro, el concepto de nación apareció, al menos en España y Francia, como negación de la soberanía del rey y del antiguo régimen. La nación soberana de ciudadanos iguales ante la ley es un producto de la Revolución Francesa, la misma que dio luz al propio concepto de izquierda política. La nación es el pueblo. Los mártires liberales españoles, a los que cita la vicepresidenta, lucharon por la libertad y por la nación española. Y en 1812, solo por detrás de los archiconocidos casos de EEUU y Francia, nuestro país se convertía en el tercero del mundo en dotarse de una constitución.

El mayor despropósito de todos es que la ultraderecha se esté adueñando de ambos: liberalismo y nación. Llevan años apropiándose de la palabra libertad, ni más ni menos, con la misma pasmosa impunidad. Y no basta con acusarles de monopolizar las ideas: mientras la izquierda siga sin reivindicarlas ella misma tanto o más activamente como la derecha, los voceros oportunistas camparán a sus anchas por un terreno cada vez más amplio. Y, sabiendo que, como todas las izquierdas del mundo, compartimos el país con las derechas y nos disputamos las mismas urnas, quizás ya sería hora de ponernos a pensar en recuperar el balón en lugar de limitarnos a protestar porque nos lo roban. Así que… ¡Viva la Pepa!