Las últimas elecciones autonómicas en Cataluña han arrojado un resultado sorprendente para lo que se esperaba, pero poco rupturista. Un parlamento a la italiana, con una victoria pírrica de la socialdemocracia constitucional, con ocho partidos y fórmulas de gobierno imposibles con menos de dos siglas. Un pensamiento ingenuo nos llevaría a preguntarnos si hay tantas ideologías como partidos en el parlamento autonómico. Lo cierto es que ni tan siquiera todos juegan a lo mismo. Ese arcano llamado ideología política se compone de ideas, valores e intereses, no son solo disquisiciones filosóficas. En algunas formaciones predominan las ideas y en otras los intereses. Dentro del eje conservador-progresista tenemos un radio que va desde Podemos hasta Vox, pero habría que añadir otra dimensión para tener el cuadro completo: español o no español, ya que ninguno de los partidos, ni los más recalcitrantes, discuten la entidad de la cultura catalana, así que en verdad esa dimensión no se manifiesta semánticamente como un sí o un no a Cataluña, sino como la negación o la aceptación de la naturaleza española de Cataluña, en mayor o menor grado. En ese grupo del no se desenvuelven los partidos autodenominados soberanistas. Hay, por tanto, una percepción diferente de la realidad política, pues incluso el pronombre “nosotros” abarca diferentes grupos según si lo pronuncia un representante de la CUP, de Podemos o de ERC. Aunque los tres se definan de izquierdas, unos consideran que pertenecen a una parte de España y otros que pertenecen a una especie de Portugal que nunca adquirió independencia política. Ese extrañamiento produce importantes distorsiones ideológicas, como que se identifique, en parte gracias a los lamentables años de represión salvaje de la dictadura, cualquier visión afirmativa de la cultura española en Cataluña o cualquier defensa del papel de la administración central del Estado en Cataluña como una posición conservadora o autoritaria, al margen de si se ajusta o no a los intereses e ideas de cualquier familia de la izquierda política. Un miembro del PCE centralista se troca así a ojos del ciudadano medio catalán en heredero del franquismo, un socialdemócrata que defienda la cultura hispanohablante de Cataluña es un conservador camuflado y cualquier manifestación de la cultura española se convierte a ojos del catalanismo en una sátira de Valle-Inclán. Lorca o Albéniz desde esta perspectiva son más provincianos que un espectáculo de correbous. Funciona igualmente y muy bien en sentido inverso: despreciar y marginar a quienes se expresan en español no es discriminatorio, porque la opresión solo puede venir de España y jamás de Cataluña.

Aunque los tres se definan de izquierdas, unos consideran que pertenecen a una parte de España y otros que pertenecen a una especie de Portugal que nunca adquirió independencia política. Ese extrañamiento produce importantes distorsiones ideológicas. Lorca o Albéniz desde esta perspectiva son más provincianos que un espectáculo de correbous.

Con esta falacia tan simple, pero tan asentada en el inconsciente catalán, un artefacto político sin ideología ni sentido de Estado llamado Junts, heredero de la antigua e inmoral Convergència de Pujol y con manifestaciones que poco o nada difieren de las de VOX, pasa por progresista. Una formación cuyos miembros todos lucen “ocho apellidos catalanes” y que defiende con descaro los intereses de la clases más adineradas y de la burguesía autóctona, pasa por izquierdista. ¿No es sorprendente, al margen de las torpezas de Casado y de los pecados del PP, que un candidato moderado, solvente y económicamente muy conservador no haya tenido más respaldo en una de las comunidades más ricas de España? Parece que la pudiente cacique de «Pa Negre» tiene ya quien defienda su hacienda y no necesita de la representación popular. ¿Adónde fue ese voto? Parece que no a la CUP.

Cataluña es corazón y cerebro de España y sin ella no hay España de progreso posible.

Los “portugueses” de Cataluña, ante su extrañamiento, pueden adoptar desde posturas egoístas y chauvinistas, como sucede con Junts y, en menor medida, con ERC, a actitudes de tolerante suspicacia; no es una cuestión ideológica, sino perceptiva: han conseguido que España y toda nuestra cultura común resulte ajena, gracias a años de uniformización nacionalista. Sin sonrojo preferían la inmigración magrebí a la hispanoamericana para evitar el uso del español, se limitó al extremo cualquier expresión del español en su televisión autonómica, se sufragaron investigaciones históricas delirantes sin rigor científico, se marginó el uso del castellano en la escuela. Dada esta circunstancia, es normal que surjan anomalías como la CUP, que se pretende de extrema izquierda, pero anteponiendo un proyecto nacionalista excluyente a la emancipación de la clase obrera y apadrinando un proyecto neoimperialista como el de los països catalans, donde la voluntad popular queda subordinada a la circunstancia de compartir una lengua. ¿Sería imperialista reivindicar una unión política impuesta entre los países hispanohablantes pero es liberador y progresista el mismo proyecto con los territorios europeos catalanoparlantes? Otra vez la disonancia cognitiva del nacionalismo catalán.

Es de agradecer que ERC haya empezado a desmarcarse de la hispanofobia, sutilmente. Entiende que otros tienen otras visiones y empieza asumir que no son menos honestas ni legítimas. Tras la implosión de la antigua Convergència, ERC se ha convertido en la nueva clave de bóveda del nacionalismo, pero aún imbuidos de ese pensamiento adolescente, según el cual, abusar de las instituciones del Estado para quebrarlo con apenas la mitad del apoyo popular es legítimo, pero que el Estado se defienda de su tropelía es represión autoritaria. Nuevamente la disonancia cognitiva del nacionalismo periférico.

El PSC empieza igual a entender que compitiendo en catalanismo no pueden lograr una victoria electoral. La audaz jugada de Sánchez colocando al soporífero ministro de sanidad Illa como líder electoral del PSC ha tenido un éxito inesperado. Su idea paternal de atraer al independentismo al redil autonomista con “diálogo dentro de la ley” – es decir, ignorando las injustificadas reivindicaciones soberanistas hasta vencer por aburrimiento, como una especie de director de escuela comprensivo ante una rabieta infantil -, pero aliviando el malestar económico y social que les da aire, puede desinflar una histeria que dura ya casi diez años y proviene de una CiU a la que la corrupción amenazaba con apartar del poder. Cuando a Cambó le preguntaban si prefería monarquía o república, exclamaba con un impostado gorgorito épico como respuesta: “¡Cataluña!”. Cuando a CiU le preguntaron por la corrupción o si era de izquierda o derecha, exclamó: “Independencia”. Si el PSC logra lo que Ciudadanos no consiguió sin traicionarse (de ahí surgió precisamente Ciudadanos), esto es, defender sin estridencias ni intolerancia un proyecto para Cataluña progresista, respetuoso con la diversidad y tan catalán como español, sin vergüenza alguna, habremos quizá empezado a resolver la eterna cuestión orteguiana de la España invertebrada. Podremos por fin elegir izquierda sin renunciar a España y a España sin renunciar a la izquierda. Ciudadanos surge de esta ambición, pero su intransigencia, la ambición egocéntrica y desmedida de su antiguo líder y su absurdo abandono de sus principios fundacionales hundieron el proyecto hasta pasar de vencer a casi desaparecer en apenas un ciclo electoral.

Podemos tuvo una gloria efímera que tampoco supo aprovechar, dejándose enredar por las trampas del soberanismo. Hoy luce con la misma representación que en su día obtuvo Iniciativa per Catalunya-Esquerra Unida i Alternativa. Quieren que sea coartada de izquierdas en un gobierno endogámico de nacionalistas capitaneado por ERC. La CUP no siente especial interés por su inclusión en su esquema de superioridad moral y la derecha de Junts los desprecia. Podemos apuesta por incluir al PSC y marcar distancia con Junts, lo que es una apuesta coherente y honesta de Albiach. El PSC no podrá gobernar, pero esa apuesta por la coherencia del hermano menor puede tener réditos electorales para ambos en un próximo ciclo electoral. El PSC, junto a Podemos, debe ser alternativa de izquierdas al nacionalismo y eso pasa por resistir los cantos de sirena de ERC.

Los desfasados herederos de CiU, el PDCAT, desubicada, antipática y redundante derecha independentista enemistada con Junts, murieron matando. No obtuvieron representación, pero lograron agarrarse a la pierna de Borràs e impedir por poco que su populismo volviera a arrebatar en el último minuto la primacía en el campo nacionalista a ERC. Sus escasos sufragios quizá hayan sido más determinantes para España de lo que nunca lo fueron para ellos.

Capítulo aparte merece VOX. Ironías de la política, de la mano de una formación ultraconservadora y de tintes xenófobos entra el primer dirigente político democrático negro de la historia de España, a quien Soto Ivars bautizaba con sorna en El Confidencial como “nuestro Kamala Harris”. La formación de “nuestro Kamala Harris” se estrena con una denuncia por alentar el odio contra los musulmanes y con once escaños, adelantando al centrista liberal Ciudadanos, antiguo líder en la cámara con treinta y seis escaños, y al conservador Partido Popular, lo que ha provocado un terremoto en estas formaciones. VOX, como la planta carnívora de “La Pequeña Tienda de los Horrores”, fue alimentada por el PP para su provecho y ahora amenaza con devorar al propio PP. Esa España de VOX, intransigente, autoritaria, oscurantista, agresiva, es la que nutre al soberanismo catalanista y la que la debe conjurarse para superar al fin el desafío separatista.

La izquierda, la real y el nacionalismo con sabor a izquierda, son abrumadora mayoría en el parlamento catalán. Esperemos que suponga un consenso de renovadas ideas ecologistas, inclusivas, feministas y redistributivas que aumenten la justicia social, el progreso económico y las libertades de forma sostenible y nos sitúen plenamente en el siglo XXI. Cataluña es corazón y cerebro de España y sin ella no hay España de progreso posible.