Alain Damasio durante nuestra conversación.

El escritor francés, a su paso por la Silicon Valley, charla con La Enzina sobre los riesgos y excesos de la tecnología en nuestras vidas.

Alain Damasio es uno de los maestros de la ciencia ficción francesa contemporánea. Sus tres novelas y múltiples relatos han tenido un éxito rotundo tanto de crítica como de público. 

Su obra gira en torno a temas como el transhumanismo, el control social o la dependencia a las redes sociales. La ciencia ficción y la anticipación le permiten situarse en escenarios distópicos en los que el ser humano vive sometido a un sistema ultraliberal que utiliza las herramientas digitales como modo de apaciguamiento y de sumisión. Un futuro que resulta cada día más presente y más concreto.

Damasio nos confronta de manera brutal con una tecnología que, en lugar de contribuir a nuestra emancipación, nos encarcela y nos aleja de nuestra propia naturaleza, de nuestros instintos y capacidades. Una tecnología que nos convierte en seres dependientes, frágiles y manipulables.

¿Hay que renunciar a la tecnología para ser feliz? 

No creo que sea necesario renunciar porque la tecnología nos construye, nos ayuda, nos facilita la vida y contribuye a la felicidad cotidiana. Sin embargo, hay que encontrar un arte de vivir con la tecnología. 

Las redes son muy recientes, de hecho. El mundo digital aparece a mediados de los 90 y nos lo hemos tenido que comer con patatas sin disponer del tiempo necesario para construir una forma de vida inteligente y sobria de vivir respecto a estas tecnologías.

Me gusta decir que carecemos de un epicurismo tecnológico, en el sentido en que Epicurio clasificaba los deseos entre los superfluos y los necesarios para la elevación de las personas. Esta disociación de los deseos nos permite eliminar los que están ligados a la dependencia, a la facilidad, a la pereza, y conservar los que fomentan nuestra potencia, y los comportamientos dignos y nobles.

¿Qué decir a los que piensan que poner en duda la tecnología es ir en contra del progreso humano? 

Eso significa creer que el progreso humano está ligado al de la tecnología. La tecnología obviamente aporta cosas: nos evita la enfermedad, nos protege del frío, climatiza nuestras vidas. Pero si tomamos a bomba nuclear, el armamento o tecnologías que que nos hacen dependientes no podemos hablar de progreso. Esa tecnología nos devuelve a la barbarie más absoluta. 

Si Putin decide lanzar un misil nuclear en Ucrania, comprenderás que sería complicado considerar esta tecnología como el progreso. Hay muchas bifurcaciones donde la tecnología atenta contra la humanidad.

Sueles oponer el concepto de potencia de existir, de Spinoza, con el poder que puede aportarnos la tecnología. ¿En qué sentido es mejor uno que el otro? 

Para mí es una distinción fundamental. El problema que tenemos a menudo es que la gente considera que la tecnología es neutra pero no lo es ni en su concepción, ni construcción, ni financiación. Tampoc es neutra en la selección de los proyectos de investigación. 

Evidentemente, la tecnología nos da poder. Ha sido creada para eso. Nos aporta un control sobre el mundo. Nos permite terraformar. Nos permite abordar la naturaleza, tener un control sobre las cosas. Hay un aumento de poder. Es obvio. Pero cuando empleamos la tecnología, tenemos dos posibilidades: O crece tu potencia, es decir que te permite hacer cosas que no podías hacer antes, o crece tu poder. 

La potencia es algo extremadamente importante. Mucho más visceral. Es el conatus spinozista. Es decir, la potencia de perseverar en el propio ser. Son todas las cosas que puedes hacer con tus propias facultades cognitivas, con tu poder de imaginación, de memorización, de orientación. Todas las capacidades que tenemos como seres humanos, incluyendo las físicas, pertenecen a esa dimensión del conatus y de la potencia. Y para mí, es así como nos hacemos «muy humanos» en lugar de transhumanos. Debemos seguir invirtiendo en las potencias del ser humano, en sus capacidades innatas.

Alain Damasio durante nuestra conversación.
Bruno Raymond

Cuando las primeras redes sociales como MySpace u Orkut empezaron a despuntar solo las usaban los geeks. Eran algo para especialistas, para personas que se dedicaban a la tecnología. El resto observábamos aquello con algo de desconfianza por no decir de desprecio. Sin embargo hoy, las redes están generalizadas. Todo el mundo está en Facebook, Instagram o Twitter. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? 

Las redes sociales aparecen para darte el poder de conectar con gente que está lejos. Esto es fascinante. Te dan una cierta ubicuidad. Te permiten estar en relación sin estar en el mismo espacio, al mismo tiempo. 

Entonces te das cuenta de que ese poder te permite multiplicar las conexiones con la gente, pero te hace perder en calidad de relación. En calidad de vínculo. La calidad de vínculo se deteriora, mientras que mi poder vincularme no cesa de aumentar. 

Ningún ser humano está hecho para mantener cien relaciones a la vez. Ni te hablo de los que tienen mil personas en sus redes. ¿Qué produce eso? Produce una indisponibilidad de tiempo. Las relaciones se reducen a intercambios superficiales rápidos, sin profundidad ni autenticidad.

Alain Damasio durante nuestra conversación.
Bruno Raymond

¿Podrías hablarnos de las técnicas que utilizan las GAFAM para conseguir que seamos más dependientes a sus herramientas? 

Lo han utilizado todo. A partir del momento en que el modelo de negocio se basa en la explotación del intercambio social tratan de hacerlos lo más intensos y frecuentes posible, que pases el mayor tiempo posible en la plataforma. 

La cuestión es saber cómo maximizar el tiempo que la gente pasa en Facebook, Instagram o WhatsApp. Y aquí se encuentra el escándalo de las redes sociales: Han decidido emplear a psiquiatras conductistas. Han utilizado todos los sesgos cognitivos presentes en la mente humana como accesos para maximizar la manipulación de los usuarios. 

Un ejemplo muy conocido es la caja de Skinner, creada a finales de los años 20. Skinner fue un psicólogo conductista que experimentaba con palomas y ratas. Tuvo la idea de poner una lengüeta que una rata podía accionar para obtener comida. 

Al principio, hace como Pavlov, con una rejilla electrificada para generar refuerzos negativos con la corriente y positivos con la comida. Cuando la rata acciona el mecanismo, obtiene, por ejemplo, cuatro barritas de comida. Vuelve a accionar y obtiene otras cuatro. De este modo, al tener una certeza de la recompensa, la rata se autorregula.

Skinner decide que la recompensa sea aleatoria. A veces le daremos dos barritas, a veces cero y otras diez. Entonces se produce algo alucinante: la rata entra en un frenesí y no para de accionar el mecanismo. Es decir, no puede autorregularse. La incertidumbre crea adicción. La primera aplicación que se ha hecho de esto ha sido con las tragaperras de Las Vegas. Ganas, pierdes, pierdes diez veces, vuelves a ganar unas monedas, vuelves a perder. Esto es mucho más adictivo para los mamíferos que cualquier otro sistema.

En San Francisco, has encontrado a muchos especialistas, altos cargos de las GAFAM… ¿Puedes decirnos qué has aprendido estos días?

He aprendido que en la Silicon Valley hay tendencias de fondo. La más evidente ahora es el metaverso. La idea de embody the internet. Es decir de encarnar internet y las redes, de alguna manera. O lo que ellos llaman encarnar, porque para mí el hecho de ponerse un visor Oculus y una combinación háptica no significa encarnar. Pero ellos lo viven como una encarnación. 

Ahora mismo están desarrollando herramientas para que la gente cree sus universos. Se trata de desplegar la red en tres dimensiones, con esa impresión de inmersión tan fuerte que permite la realidad virtual.  

Alain Damasio durante nuestra conversación.
Bruno Raymond

Es un paso más hacia la desmaterialización, hacia la sustitución del mundo real por el mundo virtual. Maximizamos una vez más la simulación como el nuevo real deseable y envidiable, e intentamos que las redes sociales sean aún más intensas para que la gente pase aún más tiempo en ellas. 

El metaverso está basado en el modelo de negocio de las redes sociales. Tomaremos el rastro de lo que haces y tendremos más impacto en la gente porque la experiencia de la realidad virtual es más intensa. Deja un recuerdo.

¿Cuál es el objetivo final? ¿Qué pretenden las GAFAM? 

En realidad, hay una dimensión pragmática muy clara: vamos a maximizar los beneficios. Vamos a generar más dinero a partir de bases de usuarios mayores. Una empresa como Google, con YouTube y demás tiene alrededor de 5 000 millones de usuarios. Ninguna empresa en el mundo había logrado llegar a esos índices de base instalada de usuarios. 

Hasta hace poco, una multinacional tenía un cierto número de personas que usaban sus productos, pero no 5 000 millones. Hoy estamos en una lógica hegemónica bastante delirante. Existe esta idea de maximizar el beneficio, lo que es una práctica capitalista pragmática y comprensible. Pero también hay capas espirituales, religiosas o pararreligiosas, incluso políticas. 

En la Silicon Valley hay  corrientes transhumanistas muy claras. La idea de que el ser humano debe ser aumentado. Que el ser humano, tal y como lo conocemos, es insuficiente. Tratan de pasar esta idea a la gente. Es decir, tu memoria, tus capacidades físicas, tu inteligencia, tu imaginación, tal y como son hoy en día, son insuficientes respecto a lo que odrías hacer con los aumentos tecnológicos necesarios.

Además, hay una corriente más fuerte que antes hacia la desencarnación. Hacia una desmaterialización. Creo que la Silicon Valley tiene un gran problema con el cuerpo vinculado a una especie de ética puritana. El cuerpo es un problema porque es material, finito. El cuerpo te obliga a estar aquí y ahora, mientras que ellos quieren tener una ubiquidad total. El cuerpo no circula a la velocidad de la luz. 

Luego cruzas eso con los que te dicen en los cafés, en los clubs. Hay el grupo de chicas y el de chicos, que no se mezclan mucho, y que luego salen y utilizan Tinder para consumir sexo. Y te dices: vaya, tienen que utilizar una aplicación cuando estaban ahí en carne y huesos y hubieran podido ligar, seducirse…

Hay muchos indicadores. Otros te dicen: mira, es genial, juego al futbol en el metaverso. Tengo una combinación háptica y cuando me dan un pelotazo, puedo sentirlo. Y el chico te lo explica con mucho entusiasmo. Y tú tienes ganas de decirle: tienes un parque a cien metros. Podrías jugar al futbol allí. ¿Por qué no lo haces?

Tú y yo hemos nacido antes de la aparición de las redes y de la presente revolución tecnológica. Pero ¿cómo van a vivirlo los jóvenes que no disponen de elementos de comparación con un mundo donde la tecnología no era omnipresente? 

Hablamos de revolución digital, pero se trata de una revolución antropológica. Es decir que la tecnología del smartphone ha revolucionado por completo nuestra relación con los demás, con el mundo y con nosotros mismos. No trabajamos, no seducimos, no nos divertimos ni nos comunicamos del mismo modo. 

Estamos en un nuevo mundo. Y la nueva generación ha nacido en él. Con maneras de actuar en sociedad que no son las nuestras. Y sin ningún elemento de comparación. Por lo tanto… es otra especie. Para mí es otro homo sapiens que empieza a emerger. Y la cuestión es saber cómo será ese nuevo sapiens tan dependiente de la tecnología. Cómo va a hacerse resiliente a esas tecnologías. Cómo va a inventar un nuevo arte de vivir. Cómo va a resistir. Cómo se va a desconectar. ¿Aparecerán nuevos tipos de hackers? ¿Va a surgir un epicurismo tecnológico? 

La aparición de internet y los teléfonos celulares para el gran público sucede a partir del 95. Estamos en 2022, es decir, 27 años después. En una generación, no hemos tenido tiempo para educarnos. Nadie ha sido instruido en la utilización de estas tecnologías. La gran revolución será cuando empecemos a educar a los niños en este sentido. 

Lo que me preocupa es que mi generación, en tanto que padres, no eduquemos a nuestros chavales. No conozco a ningún padre a mi alrededor que lo haga. Decirles: este videojuego es muy adictivo y está basado en los chutes de dopamina. Este otro es genial, te va a abrir la mente, desarrollar tu imaginación. 

Lo hacemos con los vídeos y las series. Los padres que conozco seleccionan las series y películas que sus hijos pueden ver para construir su imaginario. Hay una educación audiovisual porque el audiovisual, la tele, es algo antiguo. Pero no conozco a ningún padre, como mínimo en Francia, que lo haga con las redes.

Con un discurso tan político como el tuyo, ¿por qué, en lugar de la novela de ciencia ficción, no has elegido otros formatos como el ensayo, o otras disciplinas como la sociología o directamente la política para transmitir tu mensaje? 

En efecto, podría hacer política, podría escribir ensayos, pero la novela sigue siendo extraordinaria por su potencial para sobrecogernos. Una novela transmite afectos, emociones, sensaciones muy potentes. Es decir, modos de percepción, modos de atención. Enseñas a la gente a ver algo. 

Y además comporta una dimensión interior, sin encerrar a la gente porque permite hacer polifonías. Es decir, mostrar cómo reacciona un personaje, cómo lo hace otro y ponerlos en contradicción. No manipulas a la gente de manera unilateral. Al contrario, los pones en un espacio polifónico en el cual la persona puede circular y construirse su propia visión, percepción y reflexión. 

¿Por qué la novela de ciencia ficción? Porque estamos en una edad de oro de la ciencia ficción. La sociedad nunca ha sido tan tecnológica. La tecnología está constantemente con nosotros, gracias al smartphone. Es lo último que apagamos al acostarnos y lo primero que miramos al levantarnos. Nos interfazamos continuamente con el smartphone y otros aparatos. Así que nunca hemos estado tecnológicamente tan encastrados. Y el mejor género para interrogar los efectos de la tecnología es la ciencia ficción. 

Entraste en una grande école de negocios que abandonaste poco después. ¿Qué ocurrió? 

En Francia tenemos un sistema llamado clases preparatorias. Es un sistema extremadamente elitista, pero al mismo tiempo meritocrático, porque todo el mundo puede acceder con la nota necesaria. Este sistema, que dura dos años, es extraordinario. Es como entrenar a los deportivos de alto nivel. 

Te entrenamos intelectualmente a las matemáticas de alto nivel, a la filosofía, a la geografía e historia de alto nivel, lenguas, etcétera. A una edad crítica, entre los 17 y los 18, te hacemos progresar. Te enseñamos a reflexionar, pensar y memorizar. Te ayudamos a desarrollar tu cerebro. Honestamente, es algo muy bueno. Y, de golpe, entras en esas escuelas de comercio… 

Te decimos: vamos a contratarte, te vamos a poner en un nivel muy alto, muy rápido y vas a maximizar los recursos humanos. Vas a eliminar a las personas insuficientemente productivas, vas a explotar a los proveedores, vas a manipular a los clientes. Te enseñamos todos los métodos para obtener el máximo de plusvalía. Te enseñamos a defiscalizar para timar al Estado, es decir, a los ciudadanos; a exprimir a los proveedores para obtener los productos al precio más bajo posible… 

Es brutal. Es muy simple, muy pragmático. En el fondo, la inteligencia no es necesaria. Seleccionamos a un élite para hacer un trabajo, para mí, indigno. Es indigno utilizar inteligencias que has seleccionado para hacer eso. Me parece asqueroso tener un sistema social que selecciona una élite para que haga cosas que van a perjudicar a la sociedad, aplastar clases sociales, enviar a mucha gente a la miseria. Por eso lo dejé.

Has dado tu apoyo a causas políticas como los chalecos amarillos franceses. Años antes, un fenómeno similar se produjo en España, con el 15-M, más conocido en Francia como «los indignados», que desembocó en varias formaciones políticas, algunas de las cuales forman parte del gobierno. En cualquier caso, algunos de esos partidos se reclaman herederos. ¿Qué ha ocurrido en Francia con los chalecos amarillos? 

Es muy complejo. Y las lecturas son diferentes según el campo político al que perteneces. Los chalecos amarillos han sido construidos sobre algo muy particular a Francia y a la extrema izquierda francesa, que es la idea de que no queremos representantes. 

Rechazamos la idea de delegar el movimiento a alguien. El movimiento no debe ser fagocitado por un partido, un representante, un líder o un grupo de líderes. Así que destituimos cualquier portavoz que pretenda apropiarse de él. 

Es muy anarquista. Es muy inmanente, muy salido de la base. Y es muy loable políticamente. El problema es que cuando llegas al campo político no puedes combatir frente a cargos electos, y, sin ellos, no puedes jugar en el ámbito político e institucional. 

Esto es lo original y radical de estos movimientos. Anuncia lo que podría suceder más tarde políticamente. Es decir, un mundo donde rechazamos elegir personas que nos van a traicionar de todos modos. Que no van a respetar nuestro mandato. El poder debe volver al pueblo. 

Pero esto solo es posible en pequeñas comunidades, a escala humana. Un país como Francia no se puede gobernar de este modo. Así que, o surge una serie de comunidades que trabajan sin representantes y funcionan con una democracia directa o no funcionará.

Es complicado, lo entiendo. Soy de extrema izquierda. Estoy contra los representantes que acaparan el movimiento y que inevitablemente lo traicionarán. Y al mismo tiempo, podemos tener la impresión de que no ha habido resultados tangibles. 

Volvamos a la escritura. Eres conocido por crear neologismos para explicar cosas concretas. El lenguaje puede ser una herramienta de control social o, como tú pretendes, de liberación. ¿Qué puedes decirnos al respecto? 

Es curioso. He discutido con un especialista en inteligencia artificial y me decía que el lenguaje es la mejor herramienta para acceder al cerebro. El lenguaje sigue siendo la mejor interfaz. Así que, es normal que los poderes traten de intervenir el lenguaje, porque saben que, a través del lenguaje, pueden vehicular consignas, comportamientos, modificar la percepción del mundo, modificar el voto, la manera de actuar. 

Por eso trabajan sobre esta interfaz. Como yo. La diferencia es que los políticos utilizan elementos lingüísticos, es decir, seleccionan ciertas palabras que actúan como consignas con las que esperan generar acciones concretas. Pretenden una conducción de comportamientos precisa y piensan que algunas palabras clave lo permiten. 

Un escritor digno de ese nombre utiliza el lenguaje como un vector de apertura. Abrimos los cráneos y los corazones, y tratamos de hacer del lenguaje una herramienta de emancipación. Y para esto, necesitamos una lengua poética. Utilizar la polisemia para abrir caminos diferentes según la persona que nos lea. Cuanto más abierto sea tu lenguaje, cuanto más poético, más permitirá a los que entren en tu libro, salir con más amplios de lo que eran. 

Sé que eres uno de esos escritores que necesitan aislarse para escribir. ¿Podrías explicarnos algo más sobre tu proceso creativo? 

Son ciclos. Hay momentos en los que recibes. Estoy en San Francisco y recibo. Me nutro. Encuentro a mucha gente. Los escucho. Escucho la vida. Escucho la calle. Soy una esponja. Y luego viene el momento en el que vas a restituir lo que has obtenido. 

De hecho, primero lo vas a metabolizar. Lo transformas en obra en tu máquina interior. En el momento de metabolización y expresión de lo recibido, no puedo soportar que me soliciten, que haya alguien a mi lado, en la misma casa. No soporto nada, porque algo está creciendo. 

Hay una frase magnífica de Rainer Maria Rilke, para mí la más bella jamás escrita sobre el trabajo del artista, que dice: En el trabajo, soy como la semilla en el fruto. 

Esta imagen es perfecta. Eres una semilla que está empujando, dilatándose, y a tu alrededor se dilata el fruto, el albaricoque, la manzana… Y no debe venir ningún pájaro a picotear. Nadie. Tienes que estar en el corazón de esa semilla, protegido por tu fruto y que el fruto crezca desde el interior.

Para acabar, he leído que estás trabajando en un proyecto bastante particular. Un «espacio de vida» para compartir experiencias en la montaña. ¿Podrías explicarnos algo más? 

Es un área en el que queremos experimentar una nueva manera de vivir. Trabajamos todas las dimensiones humanas: la social, la económica, la política. 

Considero que la acción política de hoy es demasiado clásica. Es fácilmente previsible por los poderes fácticos. La manifestación, las ocupaciones y otras herramientas son muy conocidas por lo que han dejado de ser eficaces. Nosotros trabajamos en la idea de la acciones directas, más novedosas y creativas. 

Trabajamos también sobre la inteligencia colectiva. Cómo utilizar y establecer comunidades donde no haya sistemáticamente un líder. Que no sean los más carismáticos los que dirijan. Todo un trabajo sobre lo que llamamos gobernanza compartida, inteligencia colectiva.

Por supuesto, hay una dimensión ecológica que llamamos relación con lo viviente, con los animales, con los caballos y las plantas, con los ecosistemas. Reencontrar los vínculos con la naturaleza. Entender que vivimos en el hábitat de las otras especies. 

La gente debe recuperar la potencia, su capacidad, y esto se consigue si haces las cosas por ti mismo, en un lugar interesante. No se trata de una autarquía. No es cuestión de estar aislado.

Es una utopía a un nivel pequeño, una utopía insertada en un tejido social y político existente. Querría que fuera una especie de base de retaguardia para las luchas políticas. Y que también sea un lugar donde te formes y te transformes a modos de vida colectivos y realmente democráticos para no volver a crear los problemas de egos y de poder.

Para mí la noción de escuela es muy importante. No se cambia el mundo sin educarse. Uno no se transforma si no se forma. Estoy convencido de ello. No es con un buen libro, ni siquiera con un libro genial, que se cambia a la gente. Sino porque van a experimentar otras maneras de vivir. 

En fin, te diré que lo llamamos ZESTE. Un juego de palabras en francés. ZESTE es un acrónimo que significa Zona de Experimentación Social, sobre las relaciones sociales, la inteligencia colectiva, etcétera. Terrestre, en el sentido de Bruno Latour, es decir, estamos anclados en la tierra, en un territorio, en la ecología. El último término es Encantada, muy importante para mí porque debemos reactivar el deseo. 

Hay un lado encantador, cautivador, que hay que reivindicar, porque si no consigues cautivar, la gente acabará en el metaverso. Siempre digo que hay que vencer al capitalismo en el terreno del deseo. Es ahí donde ha ganado. Ha transformado los deseos en impulsos y necesidades, cierto, pero aun así ha ganado. Hay que encontrar cómo ganar al capitalismo en el terreno del deseo. 


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