LinkedIn es una especie de distopía poblada por clones y nutrida de la peor parte de cada uno de nosotros. La más pelota, la más falsaria, la más apasionada por nuestro trabajo, probablemente, la parte que más odiamos de nosotros mismos.
Una pirámide alimentaria formada por dos únicos estratos: los que tienen el poder y los que no. Una batalla aburridísima donde millones de pelotas y/o trepas luchan por escalar armados con posts y vídeos que no ve absolutamente nadie. Ni tan siquiera el que los cuelga. Un secarral donde curritos aspiracionales agotan el diccionario OXFORD y las terminaciones en -ing para convertir sus carreras profesionales en un currículo de cartón piedra que abochornaría a los alumnos de máster de la Juan Carlos I.
No hay que explorar mucho para encontrar ejemplos que bordean la locura: Practical Masterclass in Critique of Disruptive Cultural Management o dicho de otro modo, alguien que ha metido en su currículo que fue de público a un microteatro en Cuenca.
LinkedIn es el ejemplo perfecto de lo poco orgullosos que estamos de lo que somos y hacemos. Sus usuarios clásicos se caracterizan, sobre todo, por su falta de honestidad. Por una necesidad imperiosa de tapar con jerga e inglés todos los complejos profesionales.
Ese cinismo primigenio, tan consustancial al ambiente laboral de las grandes empresas, es uno de los motores de generación de contenido. Desde como aparentar tener sentido del humor hasta tips para incrementar la imagen de honestidad de tu negocio.
LinkedIn es una red social para crear contactos, encontrar curro o para mejorar la reputación de tu empresa y para lograrlo, más te vale que tú o tu empresa os parezcáis lo menos posible a lo que sois realmente.
En esta red social podemos conocer de forma rápida y sencilla los modelos normativos para todo buen empleado y toda buena empresa mientras que, tan paradójica como falsamente, se estiran hasta la saciedad términos como «disrupción», «salirse de la caja» y mil mierdas más. El perfil dominante es el de Señor Burns intentando hacerse el joven dinámico y actualizado sobre un escenario de vergüencica con los colores del casual friday y la retórica del viejoven con posts que harían llorar al coaching de pueblo más motiva’o.
Star Wars e Indiana Jones para explicar la consultoría. Cómo invertiría Harry Potter si fuese agente bursátil o el lobo de Wall Street de las franquicias de pestillos y pernos. Lo patético se torna horror cuando uno intenta ocultarlo con el patetismo rancio del calzador del icono cultural de masas.
Luego está el tema de los chats. En una ocasión recibí uno de una ex compañera que había sido infiel a un amigo de curro. Me felicitaba por el aniversario de un trabajo que nunca tuve. Otros: mi ex-psicólogo pidiéndome formar parte de mi red, felicitaciones de gente que apenas conoces o que, directamente, no conoces, felicitándote el cumpleaños de 2012, en los que puedes OLER su desesperación por encontrar un curro mejor o un curro a secas… LA BAJONA EN FORMA DE RED SOCIAL.
Navegas por los contenidos y el storytelling añejo y de marca blanca te satura en menos de 30 segundos. 5 tips para, Descubre los 10 pasos que te llevarán… Copywriting de 2002 y todo en la construcción de un pretendido relato de vanguardia… de hace 20 años.
Los mismos gurús de siempre, la misma retórica, los mismos objetivos… Una pegajosa sensación de eterno retorno capaz de transmitir, en una pantalla, todo el horror del trabajo monocorde y gris encerrado 40-50 horas a la semana en una oficina a una hora en metro de tu casa.
Y luego está la proliferación de SEÓpatas, criptobros, esquizocoachings y webinarios. Muchos de ellos al borde del desfalco económico y personal. Puedes oler la desesperación a través de la pantalla.
LinkedIn es, en suma, el fiel reflejo de una clase empresarial que lleva dos décadas construyendo un relato reputacional falsísimamente diferenciador en base a aquello que jamás se atreverán: hacer las cosas de manera diferente.
Es también el espejo del relato de un sistema que bebe del utópico sueño americano y que individualiza el fracaso personal, eximiendo al sistema de su responsabilidad en dramas tan terribles como el desempleo y la precariedad existencial, generacional y profesional.
Pero es, ante todo, la confirmación de que para llegar a ser lo que la sociedad espera que seamos, debemos procurar evitar ser lo que somos realmente.