En este mapa podemos ver el impacto de la iniciativa Le Pacte Smartphone en Francia en comparativa con el resto de Europa. Padres que se unen para luchar contra la presión social que sufren sus hijos y ellos mismos en el caso en el que no quieran darles un smartphone a los 11 años, que es cuando entran en la secundaria en el país galo y cuando la mayoría de los padres compran un móvil a sus hijos: “Yo no voy a ser el único, papá”.  Una movilización de padres que, en el caso francés, nació en Rennes en la primavera de 2024 y que ha alcanzado una amplitud sin precedentes como observamos en el mapa.

Prohibir los smartphones en los institutos, de 11 a 14 años, comprar un teléfono-ladrillo durante esta época para los que viven lejos del colegio y cogen el transporte público, campañas de sensibilización en centros educativos, reuniones de padres, grupos de trabajo por barrios y regiones; todas estas actividades forman parte de Le Pacte Smartphone, que está consiguiendo que decenas de colegios incluyan la prohibición de llevar un smartphone al colegio gracias a un simple cambio en los reglamentos internos de los establecimientos. Decisiones que se pueden llevar a cabo sin necesidad de pasar por el Senado.

Para formar parte del colectivo hay que firmar un “pacto” por el cual te comprometes a no dar un smartphone a tu hijo hasta los 15 años. Automáticamente entras en grupos de whatsapp donde se comparte información, se organizan reuniones entre padres, muchas veces con especialistas de la salud, y también se colabora intercambiando todas las iniciativas llevadas a cabo y sus logros. Cada vez son más los colegios que aceptan hacer charlas informativas con padres y especialistas donde se habla del tema de los teléfonos y su impacto en la salud de los jóvenes. Esta iniciativa se une con otras asociaciones de médicos o profesores para llevar a cabo movimientos como el de este pasado mayo, la semaine sans écrans (“la semana sin pantallas”), en la que han estado involucrados muchos colegios de Francia. 

Francia está avanzando a pasos de gigante en esta cuestión. El 10 de enero, Macron anunció la creación de una comisión de investigación en la que se encuentra entre otros la neuróloga Sévérine Mouton, autora de Écrans, un désastre sanitaire. Il est temps d’agir (“Pantallas, un desastre sanitario, es el momento de actuar”, Tracts Gallimard, 2025) para estudiar los verdaderos daños que producen los móviles en los adolescentes. El resultado, titulado “À la recherche du temps perdu”, son 142 páginas que aconsejan que los niños no tengan teléfono hasta los 11, acceso a Internet hasta los 13 y ninguna red social hasta los 15. La edad legal en Francia de acceso a las redes sociales es de 15 años desde el 2023 pero el control es difícil de llevar a cabo si las grandes compañías no tienen filtros fiables. Este martes, tras el asesinato de una asistente educativa por un alumno de 14 años en el extrarradio de París, Macron declaraba en France 2 que, si de aquí a unos meses Europa no se ponía de acuerdo, Francia prohibiría el uso de las redes a menores de 15 años. 

Tras el documental de “Emprise numérique 5 femmes contre le big data”, dirigido por Elisa Jadot el pasado diciembre, y que se puede ver gratuitamente hasta el 14 de junio, la visibilidad de la problemática del acceso de los jóvenes a las redes sociales está despegando. El documental cuenta cómo representantes de TikTok, Instagram, Snapchat, Fecebook o X son llamados a declarar al senado de EEUU ante las acusaciones de cientos de familias que aparecen con las fotos de sus hijos, muchos de ellos muertos, y que culpan a las grandes compañias debido a que los algoritmos exponen a los jóvenes a vídeos sobre suicidio, anorexia, pornografía o asesinato, en bucle y sin ninguna ayuda ni supervisión desde la edad de 11 años. 

Otro libro que ha irrumpido con fuerza y está dando eco, La generación ansiosa (Deusto, 2024) de Jonathan Haidt, habla directamente de los trastornos y enfermedades derivados del enganche a las redes de toda una generación, concretamente la Z (nacidos entre 1997 y 2012), y que unido a la sobreprotección de padres sin tiempo son un ejemplo de nuestro error y una invitación a la acción por parte de la sociedad y los gobiernos.

Iniciativas, todas, que apuntan en una misma dirección: debemos actuar para dejar a los adolescentes crecer en un mundo real, libre de adicciones, con interacciones reales que les permita ser adultos sanos y libres. Como española residente en Francia creo quizás sería un buen momento para acelerar esta propuesta a nivel europeo y demostrar que podemos estar de acuerdo y que se pueden cambiar las cosas si nos movilizamos.