Hay quienes quieren prohibir la prostitución. Según estos, el cuerpo de la mujer no puede ser objeto de contraprestación o contrato, porque tal cosa iría en contra de la dignidad de las mujeres. Sin embargo, una cosa es luchar contra las mafias que explotan y trafican con mujeres y otra impedir que dos personas adultas acuerden, si quieren, prestarse sus cuerpos a cambio de una contraprestación económica. Porque no se trata de impedir comportamientos que algunos puedan considerar indecentes, inmorales o pecaminosos sino de respetar la libertad de los ciudadanos adultos. Y cada cual, en el ejercicio de su libre albedrío, puede decidir qué hacer y qué no hacer con su cuerpo, por mucho que los puritanos y los prohibicionistas se suban por las paredes. Hay quienes pretenden ir más allá: prohibir la pornografía. Son los curas del siglo XXI y, sorprendentemente, suelen ser de izquierdas.